1º de Septiembre de
1910 a 106 años del nacimiento de un ícono del
transporte:
Polvo... selva... sudor...
...y una cuota de locura
en esa aventura de hacer historia
sobre rutas que eran “trillos”:
Ralf Singer:
...el Hombre que asumió el
desafío de forjar la suya escribiéndola con
el barro de sus propias huellas.
Escribe: Alvaro Jacquemín
Detrás de esos adustos lentes de marcos
gruesos y cristales verdosos, se escondía una mirada
firme aunque melancólica a veces.
Y no era para menos, ya que las imágenes
guardadas en esas retinas eran tantas que la voz, pausada
y tranquila, no podía terminar de describir ante el
torbellino de recuerdos que se agolpaban en la memoria, exigiendo
su espacio cronológico en la narrativa de aquellas
vivencias.
Amable, atento y sencillo en grado extremo
para un hombre de su posición y fortuna, quien escribe
estas líneas lo recuerda viajando no solo en aquel
abundante tiempo pretérito repleto de anécdotas,
sino también en sus propios ómnibus como un
pasajero mas en un viaje cualquiera... o caminando por las
calles como un ciudadano común departiendo charlas
con quien sea, sentado en un muro de su empresa o de alguna
plazoleta... o manejando su Chevy “Malibú”
color naranja cuando pudo tener un importado de última
generación.
Quien escribe estas líneas recuerda
con respeto y nostalgia a ese hombre que supo respetar a los
demás. Respeto porque fue como fue... y nostalgia por
aquellas charlas en las que no faltaban anécdotas salpicadas
de barro o cubiertas de nuestro rojo polvo misionero.
EL COMIENZO
DE UNA GRAN HISTORIA
Fue el 1º de Septiembre de 1910,
fecha en que nació Ralf Singer en Pechhof (Letonia),
localidad muy cercana a Riga y principal ciudad de ese país.
A los 4 años fallece su madre, Jhoanna
Katharine Müller, y Ralf fue internado en un hospicio
de monjas comenzando a trabajar a muy temprana edad en el
huerto del establecimiento recolectando frutos, ganándose
así el sustento ya que en aquellos tiempos, en los
conventos la comida era racionada. Pero la vida quiso darle
otra familia cuando su padre, Antón Singer, contrae
nuevamente matrimonio con Martha Werner (hija del cónsul
alemán en Rusia) y con quien Ralf se llevó bien
de inmediato. De este nuevo matrimonio tuvo a su único
hermano, Sigfried, pero nuevamente el destino se ensaña
separando a la familia que fue desperdigada en diferentes
campos de concentración por el régimen comunista
luego de la Segunda Guerra Mundial, ya que toda la región
quedó bajo el dominio ruso.
En 1923 y luego de muchas vicisitudes, la familia
vuelve a reunirse y tras sortear controles y dificultades
de toda índole, logran embarcarse en el “Augustus”
con rumbo a América del Sur llegando al puerto de Buenos
Aires en Octubre de ese año y contando Ralf con 13
años.
Una vez en suelo argentino, se abocaron a la
búsqueda de Onkel Edgard Singer, hermano de Antón
(tío de quien ocupa nuestras líneas), el que
ya se encontraba desde hacía algún tiempo en
lo que en ese entonces era Territorio de Misiones. El viaje
fue otra vez en barco hasta Corrientes y, desde allí,
en carro tirado por bueyes en una travesía que demandó
dos semanas hasta Colonia Mecking (hoy Leandro N. Alem).
Pero la misma no terminaba ahí: todavía
les restaba una larga caminata de todo un día y hasta
muy entrada la noche, para reunirse por fin con Edgar en un
punto no determinado de lo que entonces eran desmontes de
una selva por conquistar... y la esperanza de haber encontrado
el final de un largo camino.
Tampoco fue así.
DE LA AGRICULTURA AL COMERCIO
En aquel lugar intentaron establecerse
y construyeron una casa de madera, dedicándose al cultivo
de maíz con tan mala suerte que las langostas destruían
las plantaciones. Ante este panorama, la familia vuelve a
separarse quedando tan solo Antón en la tierra colorada.
Su esposa Martha vuelve a Buenos Aires con
Ralf y Sigfried a intentar fortuna instalando en la capital
una pequeña pensión, en tanto que el mayor de
sus hijos comienza a trabajar en una ferretería primero
y en una imprenta después, logrando adquirir con sus
ahorros el primer vehículo de su vida: una bicicleta.
Transcurrido algún tiempo en el que
Antón también trabajó duro en nuestro
suelo para arrancarle una sonrisa al destino, regresan de
Buenos Aires en 1929 (aunque Ralf se queda hasta 1931 trabajando
en una agencia de publicidad) para ayudarlo en el almacén
de ramos generales que éste había abierto en
la recientemente fundada Oberá, como asimismo en el
transporte de mercaderías desde Posadas con el pequeño
camión que logró adquirir y que Ralf tomó
a su cargo al regresar ( y es para mencionar aquí que
la ubicación geográfica de aquel emprendimiento
comercial y empresario en nuestro radio urbano actual, es
exactamente el mismo donde se encuentran hoy las oficinas
centrales de la empresa, pero hablar de ella en este punto
sería anticiparnos a los hechos).
DUROS COMIENZOS DE
UN IMPERIO
Los Singer no quedaron fuera de la gran recesión económica
mundial del `34, y el almacén de ramos generales quebró
dejando también un embargo sobre el camión.
Ralf, con 24 años, asume la responsabilidad de ser
el nuevo sostén de la familia y, con esfuerzo, logra
liberar el embargo sobre el vehículo haciendo fletes
para terceros enfrentando a otros de mayor porte recién
llegados los que, por su capacidad de carga, le competían
en precios. Ante la imposibilidad de actualizarse y a las
puertas de la quiebra total, una nueva luz de esperanza comienza
a iluminar el futuro.
Ralf observa que cada vez mas personas le solicitan
ser transportadas, en sus permanentes viajes a Posadas y localidades
intermedias, sobre la carga de ese ya vetusto camión
que transitaba los 110 kilómetros que separaban a la
ciudad capital sobre picadas arrancadas al monte, hechas a
machete y huellas de carro como únicas guías
viales... y que estos “pasajeros”, polizones permitidos,
viajaban soportando durante 3 o 4 horas no solo la incomodidad,
sino también el sol calcinante y los caprichosos cambios
del clima sub-tropical en cualquiera de sus estaciones.
Esta observación y la situación
financiera terminal que atravesaba, fueron los detonantes
para intentar un drástico cambio en su destino, hasta
ahora signado por fracasos familiares continuos.
EL “PATITO”
A las observaciones y experiencias realizadas
–decíamos en el párrafo anterior- se sumaba
otra no menos importante y era el crecimiento de la población
y, por ende, el aumento en la necesidad de traslado. Esto
terminó de decidir a Ralf por un cambio radical en
su transporte: de mercaderías a pasajeros.
Y fue así que en 1936 entregó,
en parte de pago, su viejo camión en la Agencia Chevrolet
para adquirir un chasis de esa marca saldando el mismo con
un préstamo realizado por Manuel Rodríguez de
Campo Ramón. El nuevo vehículo, de media tonelada,
fue carrozado (toda una iniciativa) por Bertoldo Trenkel en
la herrería que éste poseía frente al
primer taller de la empresa (sobre Rivadavia, entre Misiones
y la hoy Ralf Singer). Luego de un mes de trabajo, el Singer
1 estuvo listo para partir en su viaje inaugural aunque aún
le faltaban los tapizados en sus asientos de madera (sobre
esto doña Elsa contaba que los mismos, y hasta que
fueron tapizados, eran cubiertos por ponchos) que no eran
mas que bancos dispuestos en forma de cuadrilátero
para alojar a 12 pasajeros.
Así, entre las 2 y las 3 de la madrugada
del 4 de Abril de 1936, la Empresa Singer nacía cuando
Ralf, al volante y de frente a su destino, giró la
llave de arranque y encendió las luces que iluminaron
billones de kilómetros por delante.
Con esos simples gestos y ojos somnolientos,
comenzó el recorrido previo recogiendo, en los domicilios
de sus pasajeros, a quienes serían los primeros en
acompañarlo en esa loca aventura de trazar, con huellas
indelebles de barro y polvo, siete décadas de historia
propia y del transporte de pasajeros en la región.
Y “El Patito”, como se denominó a esa primera
unidad que no conoció asfalto ni aire acondicionado
(de hecho, ni ventanillas tenía. Eran solo espacios
abiertos), fue la brújula que marcó el rumbo
correcto. Tanto, que tan solo 6 u 8 meses mas tarde Paulo
Ivanoff Pauca hacía lo propio como chofer en la segunda
de la incipiente empresa: entraba en servicio el Singer II
(con la misma modalidad de recoger a los pasajeros en sus
domicilios y devolverlos a los mismos al regreso).
EL PUNTAL DE LA AVENTURA
En el trayecto a Posadas, eran muchas
las “paradas” pero la de Santa Ana la principal.
Allí los pasajeros comían en la “Pensión
Alemana”, la que funcionara anteriormente en Bompland
y que se trasladó luego de la quiebra de la tabacalera
“Nobleza-Piccardo” y posterior decadencia de esta
localidad.
En dicha pensión trabajaba Elsa Thelegem
(ver biografía en recuadro aparte), a quien Ralf ya
conocía desde sus tiempos de camionero y cuando el
establecimiento aún se encontraba en Bompland (y a
quien había “perdido de vista” por un tiempo
dado el traslado mencionado). La flamante empresa ahora les
permitía verse a diario, lo que culminó en matrimonio
el 13 de Febrero de 1937 en Santa Ana, y a partir de ese momento
doña Elsa trabajó codo a codo con él,
en las buenas y en las malas, para llevar adelante lo que
se convirtió en su momento en la mayor empresa unipersonal
del país con mas de 200 vehículos, entre los
que 160 eran ómnibus y el resto se distribuía
entre furgones para el servicio de encomiendas, unidades de
apoyo técnico, auxilio mecánico y de logística
(se entiende como “unipersonal” porque no tenía
accionistas foráneos a la propia empresa ni la integraban
Sociedades Anónimas agrupadas, algo muy común
que presentan, muchas veces, a una firma como un gigante pero
con los pies de barro. Algo de eso veremos un poco mas adelante
con la conformación de una cooperativa).
No podemos, en esta historia, dejar de destacar
a esta gran mujer que, aparte de criar y ocuparse de los cuatro
hijos de ambos (Leonor, Erica, Marta y Roberto); de ocuparse
de su propio esposo; Ralf. De ocuparse de su casa, como todas
en su tiempo... también lo hacía con los intereses
y administración férrea de los sacrificios de
quien iniciara esta epopeya.
TIEMPOS BORRASCOSOS
Una nota publicada hace 17 años en un medio denominado
“Transporte” y escrita por un cronista cuya firma
no aparece, dice textualmente:
“Hacia 1939 el emprendimiento contaba
con 6 colectivos y ya podía considerarse un éxito.
Tal circunstancia movió a otros pobladores a imitarlo
y pronto hubo una competencia tan feroz que se perdió
todo asomo de rentabilidad, ya que los ingresos que cada uno
percibía no era mas que la parte proporcional de pasajeros
sustraídos a los otros. Ante la promesa de ruina que
tal situación configuraba y a fin de distribuir más
equitativamente los ingresos, se formó en Oberá
una Cooperativa de Colectiveros y Propietarios de Omnibus
a la que Singer debió aportar sus 6 colectivos.
Hasta entonces no existía en el Territorio
Nacional de Misiones ninguna reglamentación sobre el
transporte colectivo de pasajeros. Cuando el 17 de Abril de
1939 se sancionó la Ley 12.346 reglamentada por el
Decreto 27.911, la Cooperativa inició las gestiones
para obtener el permiso oficial, pero ya era tarde. Su administración
había sido definitivamente mala y debió disolverse
con pérdidas casi totales para todos sus integrantes...”
(la eterna historia: cuando alguien encuentra “una veta”,
demasiados quieren explotarla y todos terminan perdiendo).
Y el artículo continúa diciendo: “Singer
pudo hacerse cargo de las deudas que cubrían el 50%
del capital integrado por sus seis vehículos, con lo
que apenas pudo salvar tres de ellos en estado deplorable
tras su paso por la Cooperativa, en pésimas condiciones
de mantenimiento. Su reparación era harto difícil,
ya que se estaba a finales de 1940 y los repuestos escaseaban
a causa de la II Guerra Mundial. Tuvo que desplegar mucho
esfuerzo y trabajo para adaptar componentes de distintos modelos
y marcas, y mucho ingenio. Especialmente para obviar la escasez
de neumáticos...”
“La guerra –continúa el
interesante y documentado artículo, ya que era la propia
voz de Ralf Singer (así lo atestigua el cronista)-
transcurrió con los tres vehículos funcionando,
mientras Singer legalizaba y regularizaba su actividad de
acuerdo a la ley mencionada. En 1945 se agrega un cuarto vehículo
que se armó en Oberá con piezas encontradas
en Warnes (zona en Bs. As. donde los comercios se dedican
exclusivamente a la venta de repuestos de todo tipo). Poco
después se importaron cuatro motores de origen alemán
y se hicieron otros tantos colectivos. Los armaban ellos mismos
en los propios talleres que poco a poco iban creciendo. Luego
se agregaría la venta de repuestos (un ítem
ya abandonado y que compartió inicialmente en sociedad
con su hermano Sigfried), actividad obligada ya que Singer
–forzado por la escasez de repuestos y la necesidad
de mantener sus vehículos en marcha- había acumulado
interesantes stocks de cualquier marca –para poder adaptarlos-
y casi siempre tenía la pieza imposible”.
EL DESARROLLO
Luego de este traspié que provocó
el retroceso en la evolución de la empresa, Ralf y
Elsa continuaron adelante y en 1946 –a tan solo 6 años
de aquel desastre económico que fue la cooperativa,
y a tan solo 10 del inicio de la misma realizado en épocas
difíciles- la Empresa Singer contaba con siete unidades.
En los dos años siguientes se reemplazan
cinco de ellas, carrozadas con mayor cantidad de asientos.
Hasta 1951 se mantienen en esa cantidad de vehículos
con el reacondicionamiento de los mas antiguos, pero en los
siguientes dos años la cifra se elevó a 9 cubriendo
ya nuevos recorridos y horarios ante el mejoramiento de los
caminos.
La demanda era cada vez mayor y era difícil
mantener los servicios en los años de posguerra por
la falta de combustible y neumáticos. No obstante,
el futuro se veía promisorio ante el crecimiento económico
de la región, mas caminos y mejores puentes. También
la transformación del Territorio a Provincia facilitó
las cosas, ya que se autorizaron mas recorridos y frecuencias
habilitándose así, en 1964, el servicio “Rápido”
que era directo a Posadas en 1 hora y 50 minutos, sobre una
ruta que aún no estaba totalmente asfaltada. En ese
momento, la empresa contaba ya con 22 unidades, 8 de ellas
con asientos reclinables.
Dos años después (exactamente
el 26 de Junio de1966), la flota era de 33 unidades y se inicia
el servicio entre Oberá y Buenos Aires bajo la denominación
“Expreso Singer” con un parque afectado de 6 unidades,
y en 1970 se prolongó la línea desde Santa Ana
hasta Iguazú uniendo nuestro principal atractivo turístico
con la Capital.
En 1978 se estableció el servicio Iguazú-Córdoba,
siguiéndole otras como Posadas-Buenos Aires e Iguazú-Buenos
Aires con servicio “Rapido”. En Septiembre de
1979 se incorporan las primeras unidades Scania BR-116 de
41 asientos a las que les siguieron los Nahuel III, Nahuel
III-S para 50 pasajeros y los supermodernos “Jumbus”
con baño, aire acondicionado, TV color y música
funcional, reduciendo a 13 horas y cuarenta minutos el recorrido
Posadas-Buenos Aires.
La empresa estaba en condiciones de aspirar
a la prestación de servicios internacionales, y así
surgen las líneas Posadas-Porto Alegre (Br). Mas tarde
Posadas-Asunción (Paraguay) y en temporada de verano
Posadas-Florianópolis (Br) y Posadas-Mar del Plata
(en la actualidad estos servicios no se prestan), y un poco
mas adelante Iguazú-Posadas-La Plata; Iguazú-Resistencia;
Posadas-Rosario y San Vicente-Oberá-Puente La Noria
(Bs.As.).
Y para “mantener aceitada” esta
compleja maquinaria, al mismo tiempo que crecía en
cantidad de unidades y servicios también debía
hacerlo en forma interna, optimizando cada área y convirtiéndose
en un verdadero complejo empresario. Una impresionante infraestructura
de apoyo técnico y logístico se fue desarrollando
en forma paralela, y grandes talleres que abarcaban todos
los rubros imaginados, depósitos de unidades y oficinas
se encuentran en Oberá, Posadas, Iguazú y Buenos
Aires comprados y montados por el propio Singer. Es para destacar
el lavadero automático para colectivos instalado a
150 mts. de las oficinas centrales en Oberá: fue uno
de los primeros en el país por sus características.
HUMILDAD Y SENCILLEZ:
Sólidos cimientos de un gigante.
Cuenta la crónica de Alberto Rendón, hoy conocido
“fierrero” obereño pero colaborador primero,
amigo después y biógrafo al final de don Ralf
Singer y su esposa que ambos, a pesar del crecimiento de la
empresa, vivieron mucho tiempo en aquella rústica casa
de madera que los recibió como flamante matrimonio,
ubicada en la esquina de Rivadavia y Entre Ríos (ésta
última hoy Ralf Singer) donde también tenían
una frutería y verdulería. Ese predio es hoy
y desde hace décadas, la Estación Terminal propia
contigua a las Oficinas Centrales.
Pasaron años hasta que construyeron
un departamento sobre estas instalaciones, y en el que vivieron
mucho tiempo hasta que decidieron mudarse a una moderna (pero
sin ostentaciones) casa separada de la empresa. La filosofía
y política que el matrimonio tuvo se refleja en estas
palabras que don Ralf le expresó al periodista de la
Revista Transporte: “La empresa llegó a su tamaño
porque siempre se invirtió todo. Peso que entraba,
iba a la empresa. Tuvimos que hacernos autosuficientes...”
Ralf no pensó nunca en subsidios (tan
común en estos tiempos) para salvar a su empresa en
problemas tantas veces. Jamás le pidió dinero
al Estado (“cada peso que entraba, iba a la empresa”).
El “subsidio” era una “figura” que
no existía para actividades privadas pero, de existir,
no creemos que don Ralf hubiese acudido a esas “regalías”.
Era demasiado digno (“cada peso que entraba, iba a la
empresa. Tuvimos que hacernos autosuficientes”)
Nos mueve esto a otra de tantas reflexiones
que se agolpan escribiendo esta historia de fuertes ribetes
heroicos: qué hubiese ocurrido si incursionaban en
el servicio de transporte urbano en Oberá. Con semejante
filosofía, los resultados no podrían haber sido
otros que eficiencia, calidad y especial atención al
usuario ya que esas fueron sus premisas siempre, a pesar del
monopolio (no lo pidió ni ganó con trampas.
Simplemente, lo construyó) que tuvo durante décadas
y mientras vivía en forma muy austera. Tenía
cada vez mas colectivos, oficinas, talleres... pero su casa,
seguía siendo de tablas.
Es notable como cambian las cosas. Hoy se reverencia
“la viveza criolla” olvidando a los que hicieron
historia “de en serio”... y estamos curiosos por
saber si la nueva terminal, en lugar de llevar el impresentable
nombre de “Teroberá” (que no dice nada)
será denominada “Estación Ralf Singer”
(propuesta que, conjuntamente con el Periódico Infóber,
presentamos al Consejo Deliberante en el mismo momento en
que sale ésta edición) en un acto de justicia
no solo por lo realizado, sino por los valores morales de
un ciudadano ejemplar (y eso sí diría algo).
Es mucho lo que aún resta narrar de
esta gran historia, pero creemos que lo esencial está
dicho y, a pesar de querer reservarnos las últimas
líneas para expresar -con palabras propias- el profundo
respeto que inspira a quienes nos hemos sumergido tanto en
ella, preferimos copiar la humildad de don Ralf y hacerlo
con el comentario final de un periodista desconocido que supo
describirlo en forma inmejorable hace 18 años: “La
gigantesca empresa iniciada sobre una pirámide de fracasos,
en lucha contra la naturaleza y la codicia, contra los medios
y la burocracia; fundando a la vez una familia de rara solidez;
creciendo sin ostentaciones y sin pensar que a la vez estaba
levantado su propio monumento; trascendiendo desde la región
hacia el resto del país y el exterior. Prestando, permanentemente,
servicios...”
“Don Ralf Singer.
Categóricamente, un gigante.”
Como dijimos, no podemos superar semejante descripción.
Solo nos resta agregar que ese gigante de mirada firme aunque
melancólica a veces... de ese hombre que supo sufrir
el polvo y el barro; el calor calcinante y los crudos inviernos
de esos tiempos... el 20 de Abril de 1989, con 79 años,
apagó para siempre su propia luz... pero dejó
encendidas aquellas con las que en una madrugada, también
de Abril, iluminó tantos kilómetros que supo
transitar a lo largo de 53 años y 16 días en
los que fundó y manejó su empresa, desde ”El
Patito” hasta los “Jumbus”.
entre los últimos ómnibus que adquiriese la
empresa mientras su dueño y creador, Don Ralf Singer,
falleciera.
Elsa Thelegem de Singer:
Un viejo refrán dice que “detrás de un
gran hombre siempre hay una gran mujer”. Se nos antoja
un tanto machista, por lo que preferimos reformularlo ubicando
a doña Elsa al lado de don Ralf ya que al coloso lo
erigieron juntos, mas allá de que Singer haya comenzado
su empresa un año antes de casarse con ella.
De ascendencia alemana, nació el 10
de Diciembre de 1917 en Brasil siendo primogénita del
matrimonio compuesto por Heinrich Telöcken y Flora Fischer
(la diferencia con el apellido paterno puede deberse a algo
muy común en los Registros de aquella época,
sobre todo en brasil, que inscribían a los recién
nacidos “mas o menos como sonaban” sus apellidos).
Apenas nacida, su familia se traslada junto
con un grupo de inmigrantes alemanes a Paraguay en busca de
tierras fértiles, fundando la localidad de Bella Vista.
Cursó hasta 5to grado en una escuela de la comunidad
donde su maestro era alemán, por lo que salió
de la misma sin hablar castellano.
Tenía 12 años y 5 hermanos cuando
sus padres se separaron, quedándose con su padre pero
con la idea de volver a Brasil para vivir con sus abuelos
maternos, a lo que Heinrich accede y decide llevarla en un
carro de bueyes por agrestes “picadas” y arroyos
sin puentes, ingresando a la Argentina por Santa Ana. Desde
allí, un camión los llevó sobre su carga
hasta Bompland enterándose al llegar que en Brasil
había guerra civil, y como ella no quería volver
a Paraguay, su padre la dejó con la familia Böthner
que a su vez era propietaria de la Pensión Alemana,
parada obligada de los camioneros y donde trabajó duramente
desde la madrugada hasta la noche.
Allí, atendiendo a los camioneros conoció
a Ralf Singer -que era uno de ellos- aunque solo lo vio dos
veces dado que la pensión se trasladó a Santa
Ana luego de la quiebra de la tabacalera “Nobleza”
(principal fuente laboral de la zona) y Elsa fue con ellos.
El mal tiempo fue cómplice de la casualidad,
ya que si bien Ralf solía pasar por Santa Ana siempre
lo hacía “de largo” para ahorrar tiempo,
pero en esa oportunidad entró al pueblo a causa de
las intensas lluvias que le impedían continuar con
su carga de yerba canchada, y en su paso estaba la Pensión
Alemana y el reencuentro. Por cierto, ya nunca más
“pasó de largo”.
Elsa continuo trabajando en el establecimiento
hasta el 13 de Febrero de 1937, fecha en que se casó
en Santa Ana con el incipiente empresario del transporte de
pasajeros viniendo a vivir y trabajar con él en Oberá,
donde tuvieron cuatro hijos y una empresa que es orgullo no
solo de los obereños, sino de la provincia toda.
Doña Elsa, verdadero baluarte de la
misma, falleció el 26 de Septiembre del 2000 con 82
años.
Alvaro Jacquemín -
Oberá - Misiones
Buses Rosarinos - Octubre 2006
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