En
el año 2002 Rosario cumple 150 de vida como ciudad. Nacida en el siglo
XVIII como una pequeña aldea rural del Pago de los Arroyos, y
consagrada Ilustre y Fiel Villa, en 1823, adquirió el rango de ciudad
por la ley provincial del 3 de agosto de 1852. El gobernador de Santa
Fe, Domingo Crespo, así lo reconoció formalmente dos días más tarde.
Fue recién a partir de entonces que inició una etapa de vertiginoso
desarrollo al punto de llegar a ser en muy pocas décadas la segunda
urbe de la República Argentina y una de las ciudades más pujantes de
Sudamérica.
Rosario
no nació de la voluntad oficial, ni fue fundada en el marco de una
política de poblamiento, o de defensa estratégica. Esta situación se
revirtió a partir de 1852 cuando se convirtió en el instrumento de
una contundente acción política tendiente a convertirla en centro de
un modelo político y económico alternativo al vigente desde los
tiempos del virreinato.
Si
bien Rosario no fue fundada, porque no estuvo en la intención expresa
de la autoridad.
Más
allá de las distintas fechas que se dan como fundantes de su
nacimiento: 1725,
aludiendo al nombramiento del Alcalde de Santa Hermandad; 1730, fijando
como fecha el establecimiento de la Parroquia de la Virgen del Rosario
en el Curato de los Arroyos; y 1757, en que Santiago Montenegro donó
tierras para levantar la nueva capilla y trazar la plaza, todos
coinciden en que nuestra ciudad es el producto de una sumatoria de
hechos y que en las postrimerías del siglo XVIII la capilla presentaba
una fisonomía de aldea o pueblo.
Los
factores del crecimiento
Existieron
factores geográficos constitutivos que posibilitaron el nacimiento de
aquel Pago de los Arroyos y que se potenciaron con la elevación de
Rosario como ciudad: su condición ribereña del río Paraná; la
fertilidad del territorio; el encontrarse en el camino
de
las dos ciudades más importantes del litoral; y su lejanía con la
región en manos de los aborígenes. En términos actuales podríamos
hablar de una región productiva segura situada estratégicamente.
Asimismo
la religiosidad de los primitivos habitantes
sirvió de germen urbanizador, porque la práctica de la fe y la
devoción por la Virgen del Rosario, que se veneraba en la modesta
capilla, convocó y agrupó a los pobladores del Pago de los Arroyos.
Por eso la Iglesia y la legislatura provincial de Santa Fe dieron a la
Virgen el título de "Fundadora", ciento setenta y ocho años
atrás. Desde 1731 los rosarinos festejaron como su día el de la
Virgen, todos los primeros domingos de octubre.
Por
eso el "Día de Rosario", el 7 de octubre, y el "Día de
la Ciudad", el 3 de agosto, son fechas fundacionales que permiten
involucrar a los rosarinos en el ejercicio de la memoria histórica
individual y colectiva.
Rosario
baluarte político y económico de la nueva argentina constitucional
A
mediados del siglo XIX, el caudillo de Entre Ríos, Justo José de
Urquiza, lideró un movimiento tendiente a derrocar al todopoderoso Juan
Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, encargado de las Relaciones
Exteriores de las provincias argentinas, y supremo caudillo del
denominado Partido Federal, que detentaba del poder absoluto de la
política interna desde hacía más de dos décadas.
El
1 de Mayo de 1851, las provincias de Entre Ríos y Corrientes, las más
perjudicadas por el centralismo económico que protegía el mandatario
porteño, aceptaron la renuncia presentada por Rosas como encargado de
las relaciones exteriores y esto aceleró una disputa que terminó en el
terreno de las armas.
Bajo
la promesa de hacer efectiva la libre navegación de los ríos
interiores, Corrientes, Entre Ríos, Brasil y Uruguay firmaron un pacto
de alianza para poner fin a la extensa dominación de Rosas y se
encargó el mando supremo de las fuerzas a Urquiza, dando origen al
denominado Ejército Grande.
La
Villa del Rosario, de casas bajas y calles mal delineadas, que por
entonces no superaba los tres mil habitantes, había sufrido durante
décadas la postergación. Su puerto natural, que le brindaba excelentes
perspectivas desde el punto de vista del libre comercio había sido
cerrado a los buques extranjeros por un decreto de Rosas, fechado el 22
de enero de 1841.
Esta
disposición impidiendo la navegación por los ríos Paraná y Uruguay a
los buques que no tenían patente argentina postergaron los afanes
progresistas de los rosarinos.
|